Por: Eileen Padrón
Quiero dedicar este artículo a mis camaradas sin rostro, luchadoras anónimas que a diario compartimos tareas, las que largan el pellejo tanto por su familia como por el proceso revolucionario, esas que no esperan nada a cambio, sino el porvenir próspero que disfrutarán sus descendientes cuando el socialismo venezolano se consolide.
Las llamo sin rostro, porque no buscan protagonismo, ni pantalla, salen muy temprano a llevar a sus hijos al colegio, van a su trabajo, pero en la vía, mientras caminan, en el metro o en busetas, van solucionando problemas de la comunidad, una llamada, un mensajito de texto, sin “twitter” ni “blackberry”, tan solo su “vergatario” y tarjeta de monto mínimo, pero a veces se les va el saldito por aquello de la burocracia.
Llegan a su trabajo y la faena empieza lidiando y desmontando las falsas informaciones o rumores que repiten sus compañeros de trabajo. No es una tarea fácil, pero a la hora del almuerzo, una pequeña tertulia y hacen el trabajo. Ya de regreso, las paran para formularles nuevos problemas y cansadas toman nota y si es de resolver de inmediato lo hacen.
En casa prepararan la cena, lavan la ropita, hacen las tareas con los muchachos, y de paso, toman un tiempo para apoyar la revolución. Ese es la vida de “Amanda”, mi camarada de La Dolorita, es la representación de esa cantidad de venezolanas o no, que hacen un trabajo extraordinario de organización, concientización y defensa del proceso.
En nuestros barrios hay miles de “Amandas”, también en las urbanizaciones de clase media, quizás con menos responsabilidades pero igualmente su labor es titánica son rechazadas en su comunidad pero igualmente contra viento y marea informan y desmontan matrices adversas, por eso, a todas esas “Amandas” mis respetos y reconocimiento no un día todos los días. eileenpadron@gmail.com
